A finales de la década de los años cuarenta, don Pablo Tarazona Prada era
el sub director de los coros del Conservatorio Nacional de Música; se había
destacado en la capital de la república, recientemente, por haber organizado
conjuntamente con la Orquesta Sinfónica Nacional y los coros del Conservatorio,
la magna obra de Verdi llamada ‘El Réquiem’, que tanto dio de qué hablar en la
Atenas Suramericana de entonces y que lo lanzara a la fama musical, toda vez
que a partir de entonces, se le reconociera como maestro. Se había empeñado en
conformar, con una selección, bien destacada de alumnos de la institución, el
Orfeón Colombia, un conjunto coral mixto que puso muy en alto el nombre musical
del país y cuyo lema primordial fue ‘elevar al más alto grado de perfección, el
folklore colombiano’. Este orfeón se estrenó en el Palacio de La Carrera,
cuando éste era la sede presidencial, ante el primer magistrado de entonces,
Mariano Ospina Pérez en compañía de su esposa, la muy conocida doña Bertha
Hernández de Ospina, quien se hiciera famosa por sus columnas firmadas con el
pseudónimo de Tábano. Con este grupo coral, el maestro Tarazona realizó
conciertos en los más afamados recintos del país, entre los que podemos
enumerar, los teatros Colón, Municipal y Colombia; en el Circo de Santamaría,
como llamaban en esa época a la Plaza de Toros, así como en las principales
embajadas acreditadas en la capital como la de Estados Unidos y la de México
entre otras muchas, en donde demostró con realizaciones artísticas todo lo grande
que se puede hacer con el arte coral y con nuestros ritmos nacionales, pues
música de todas las regiones del país presentó el Orfeón Colombia, con óptimos
resultados artísticos.
Antes de iniciar la narración sobre la creación de este conjunto coral que
le brindó grandes satisfacciones a la ciudad pero que posteriormente fue
languideciendo hasta su final desaparición, la cual coincidió, de buena manera
con la muerte del maestro, quiero presentar una breve descripción del término,
toda vez que se trata de un concepto poco usual, de exiguo uso en la actualidad
y cuya etimología es bueno recordar. Orfeón es un vocablo que se deriva de
Orfeo, un legendario personaje tracio (de Tracia), sabio y músico, que se
acompañaba permanentemente de una lira que con su música, se dice que encantaba
a las fieras y atemperaba el carácter de los hombres y además, amaestraba los
monstruos del infierno. Dice la mitología griega, que el dios Apolo le regalo
una lira de siete cuerdas pero que Orfeo le agregó otras dos con las que pudo
alcanzar las características antes mencionadas. Así pues, Orfeo era el dios de
los músicos y los líricos de la historia antigua y en su honor se bautizaban
las agrupaciones corales, en especial aquellas compuestas por un gran número de
participantes.
Entusiasmado por el éxito obtenido en Bogotá con su grupo artístico, el
maestro Tarazona decidió incursionar en el mismo campo en esta ciudad y por
ello encarriló todas sus energías a conformar un grupo que tendría el
privilegio de iniciar las actividades artísticas dentro del marco de la
colaboración altruista del público cucuteño y cuyo sueño sería la creación del
gran ORFEÓN CUCUTA. El maestro Tarazona se dispuso a promover este, su nuevo
proyecto, en la ciudad de sus afectos y por ello comenzó a tocar puertas y a
todos con quienes se encontraba, les echaba el mismo cuento tratando de
convencerlos de realizar los aportes necesarios para concretar su sueño. Les
decía que el orfeón era la máxima expresión del arte de que se puede
enorgullecer una autentica cultura general, que en una masa coral, continuaba,
se encuentran reunidos todos los recursos espirituales, que son incalculables,
y de cuya conjunción resultaba un puritanismo clásico de gran perfección en que
el verdadero arte campea airoso y elocuente con su lenguaje universal que nos
dice en un emblema de palabras de oro: Música y Arte. Como quien dice, con este
discurso, ¿quién se negaba a contribuir con el proyecto?
Bien decidido como estaba, se había impuesto la tarea de cumplirla en el
perentorio plazo de un mes, pues contaba, además de los recursos financieros
que logró recabar con su convincente argumento, con la entusiasta colaboración
de los estudiantes que en buena hora y para cultura de esta tierra habían sido
becados por el gobierno del doctor Unda Ferrero para estudiar en el
Conservatorio Nacional, institución a la cual pertenecía el maestro Tarazona y
que ya próximos a terminar sus estudios, regresaban a su tierra a retribuir las
enseñanzas recibidas. Los jóvenes becarios de magníficas dotes musicales,
habían terminado su primer año con excelentes calificaciones, lo que influyó
para que fueran incluidos en el elenco de la premier de El Réquiem, arriba
citado. Los beneficiarios de las becas fueron Justo Pastor García, Artidoro
Mora, Aracely Hernández y las hermanas María Helena y Teresa Olivares. Para
todos es de grata recordación el nombre de María Helena Olivares, soprano que
se destacó desde el mismo momento en que pisó por primera vez el Conservatorio,
toda vez que con su voz encantó a todos quienes la escuchaban y por ello, logró
que nuevamente la Gobernación del Norte de Santander la becara, esta vez a
instancias del maestro Tarazona fue a estudiar canto lírico clásico en el
Conservatorio de Santa Cecilia en Roma. Al regresar a Colombia inició su vida
profesional cantando música de cámara la que combinaba con música colombiana.
Su embeleso por la música de Verdi la llevó a participar del concurso de voces
verdianas en Parma, a mediados de los años sesenta, obteniendo el primer
galardón con el merecimiento adicional de un contrato para interpretar sus
óperas predilectas en el renombrado teatro La Scala de Milán. Mientras tanto,
el maestro Tarazona, con la importante contribución de la prensa y la radio
locales, había logrado reunir un numeroso grupo superior a las ochenta
personas, para conformar el Orfeón Cúcuta que se pondría a la par de sus
similares de Cali, Cartagena, Barranquilla, Medellín, Popayán y Pereira, que
orgullosamente exhibían sus logros en este sentido. Es preciso recordar que el
maestro Tarazona, estaba radicado en Bogotá y venía esporádicamente a Cúcuta a concretar sus
proyectos, como el del Orfeón. Sólo se instaló definitivamente en la ciudad,
unos tres años más tarde, en el 52 cuando fue nombrado director del
Conservatorio de Cúcuta; posteriormente creó, con el mismo entusiasmo, la
Orquesta Sinfónica del Norte de Santander. Entre sus múltiples aportes
musicales terminaré por decir que el maestro Tarazona fue el autor de la música
del himno del Norte, una de sus piezas más preciadas.