lunes, 28 de julio de 2014

LOS REPRESENTANTES DE LA PHILLIPS EN CÚCUTA

LOS REPRESENTANTES DE LA PHILLIPS EN CÚCUTA

Para empezar debemos situarnos en los años de mitad del siglo pasado; la familia Mantilla Arenas y específicamente los hermanos Mantilla, Luis Ernesto, Alipio y Jairo además de Elsa, se habían afincado en la ciudad fundando unas empresas comerciales de reconocido prestigio, en buena parte porque fueron ellos quienes trajeron la representación de los afamados productos holandeses electrónicos de marca Phillips; inicialmente los radios y radiolas pero también todo el aparataje necesario para proveer los servicios técnicos que requerían dichos artefactos; posteriormente cuando se inició la transmisión de las señales de televisión ofrecieron los televisores. Es necesario recordar que la televisión que se veía en la ciudad comenzó con los canales de Radio Caracas Televisión y Venevisión que se captaban con las antenas aéreas, hoy prácticamente desaparecidas.

Casa Lema y Cía. Ltda. y Mantilla y Cía. Ltda. y eran sus almacenes, ambos ubicados sobre la calle 10 uno en la esquina de la avenida quinta y el otro dos cuadras más arriba en la esquina de la séptima. Para asegurar el buen servicio y otorgar las garantías de sus productos habían traído directamente de Holanda un técnico de la Phillips que aseguraba la confiabilidad y la seriedad no sólo de los artefactos sino de la empresa en general.

El señor Jos Leconte era el técnico extranjero, de nacionalidad holandesa quien no dudó en venirse de las frías tierras de los tulipanes a la cálida Cúcuta con toda su familia, esposa y cuatro hijos y a fe que quedó prendado de esta tierra como muchos otros foráneos que hicieron de ella su terruño y se quedaron para siempre. Hoy, su descendencia se ha radicado en diferentes ciudades del país y se han casado con nacionales extendiendo su prole y beneficiando de alguna forma nuestra economía.

La prosperidad del negocio hizo que se extendieran a las ciudades fronterizas de uno y otro lado de manera que sendos almacenes se abrieron tanto en la ciudad de San Cristóbal como en Bucaramanga. La industria radiofónica y los componentes que la integraban estaba en pleno auge y las perspectivas presagiaban un brillante futuro dada la escasa competencia y las posibilidades de adquirir algunos de esos productos que la industria japonesa apenas comenzaba a fabricar.

En San Antonio del Táchira se habían instalado varias familias japonesas de las que emigraron terminada la segunda guerra mundial y que por miles se establecieron en países como Perú y Brasil en Suramérica y en regiones como el Valle del Cauca en Colombia. A Venezuela hubo poca migración oriental ya que en esos años predominaba la población venida de Europa y que para los portugueses, italianos y españoles constituía el “sueño americano”. De hecho en el censo realizado a mediados de los años cincuenta durante el gobierno de Pérez Jiménez, la mitad de la población estaba conformada por extranjeros en su mayoría de la nacionalidades antes mencionadas.

Como decíamos respecto del avance de la radiofonía y la electrónica en general, por estos años se conoció de un invento que revolucionó estos dos conceptos como fue la aparición del transistor. Los viejos aparatos de radio y particularmente todos aquellos de transmisión o recepción de ondas estaban integrados por diodos o tubos catódicos de vacío, por lo tanto voluminosos y generaban grandes cantidades de calor, razones por las cuales eran complicados de manejar, de trasladar y de manipular. Con la aparición del transistor que fue inventado en los Estados Unidos pero excepcionalmente desarrollado en el Japón, todos los equipos de radio, televisión y similares fabricados en Europa y Estados Unidos comenzaron a caer en desuso y todos tuvieron que reconvertirse para poder adaptarse a la nueva tecnología. Fue cuando hicieron su aparición empresas como SONY, SANYO y demás japonesas que sacudieron los mercados, inicialmente con productos que los consumidores consideraron de calidad inferior a los manufacturados en los países industrializados pero que fueron imponiéndose a fuerza de su cultura de calidad por ellos mismos establecida y luego exportada a las demás empresas del mundo.

Pues bien, uno de los fundadores iniciales de la SONY o más bien uno de los inversionistas pioneros de la empresa fue el señor Yonekura. Si, aquel viejito japonés que se quedó en San Antonio y que extendió sus empresas por toda la ciudad fue el principal comprador de la compañía en la América Latina y que desafortunadamente por la competencia y la falta de sucesión empresarial desapareció del mercado. En su tiempo todos los equipos de la marca mencionada que entraban de contrabando por esta zona del país tenían el sello Yonekura, especialmente los radios tipo “panela” que fueron el producto de mayor difusión hasta que aparecieron las imitaciones y ese mercado se dañó.

La ventaja que se dejó tomar la compañía Phillips y sus similares como la General Electric, Telefunken y demás, por las que posteriormente se transformaron en empresas mundiales fue de tal magnitud que muchos de sus productos salieron del mercado y por ende los almacenes que los distribuía o representaba y fue eso precisamente lo que sucedió con los dos almacenes objeto de esta crónica.

Hoy la distribución, venta y servicio de la mayoría de los productos electrónicos está en manos de los grandes almacenes, llamados grandes superficies, y de cadenas especializadas en el ramo. Definitivamente la especialización se impuso.









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