En
una crónica anterior había mencionado que a finales de la década de los años
cuarenta el hotel El Lago, céntrico establecimiento que estuvo localizado donde
queda hoy el edificio Agrobancario, fue uno de los alojamientos más frecuentados
por nacionales y extranjeros por varias razones, su ubicación frente al parque
central y la atención peculiar de sus propietarios franceses Aimé y Marcelle
Girard. Comenzando los años cincuenta Marcelle sufrió de tétanos luego de una
cortadura mal cuidada y murió; Aimé a quien los cucuteños llamaban
cariñosamente “Don M”, tal como se pronuncia en francés, no pudo resistir la
pena y vendió el hotel que posteriormente desapareció. A los propietarios del
local, de apellido Ontiveros con Pastor a la cabeza, vieron la oportunidad de
multiplicar sus ingresos y decidieron fraccionar la construcción de manera que
dispondrían de varios locales que fueron dados en arriendo, tal como sucedió
hasta su venta al entonces Banco Cafetero, quien con mucho acierto se propuso
la construcción de un moderno edificio, con pasaje incluido, toda vez que el
terreno atravesaba toda la manzana y colindaba con la calle novena. Esta obra
fue impulsada por el grupo de la Federación
Nacional de Cafeteros y su principal gestor fue el Ingeniero
Gabriel Pérez Escalante, durante muchos años gerente del Banco Cafetero y
posteriormente promotor de la Corporación
Financiera del Oriente S.A. a quien le correspondió gerenciar
durante la difícil etapa de su génesis.
Las
construcciones hoteleras de la época que nos atañe se caracterizaban por ser
adaptaciones de las grandes casonas que antaño se construían como casa de
habitación y que como lo habíamos anotado anteriormente, tenían un gran solar o
jardín interior alrededor del cual se habían dispuesto las habitaciones y los
demás servicios que prestaba el hotel.
Así era el hotel Internacional y el Hotel Central que eran los más
representativos. Como ya comenzaba a preverse la prosperidad que Venezuela
despertaba, dado los descubrimientos de grandes reservas petroleras, las
inversiones en este campo no se hicieron esperar.
Don
Jorge Saieh comenzó la construcción del Hotel San Jorge en 1953 con la
colaboración de su hijo Salvador, quien dirigió las obras y al año siguiente lo
dio al servicio. La edificación en la esquina de la calle doce con avenida
séptima y todavía en funcionamiento –pero con otra denominación social-
constaba de tres pisos con su terraza, un auténtico monumento en esos días, 60
habitaciones con todos los servicios que en ese momento se brindaba, teléfono y
radio en todas las habitaciones, cada una con su servicio de baño, un verdadero
lujo. En el primer piso y honrando su condición de ciudad mercantil, que por
esa época llamaban “La Perla
del Norte” se construyeron locales comerciales que fueron dados en arriendo y
que el más conocido y renombrado fue la Ferretería El Gallo de Oro de
propiedad de la misma familia Saieh.
La administración fue entregada a la sociedad
Hotelera Díaz Granados Hnos. Ltda. – Hotel San Jorge quienes condujeron el
establecimiento durante varios años y que posteriormente y luego de algunas
desavenencias con los propietarios devolvieron, con pleito incluido, la
gerencia a don Salvador Saieh.
En
sus manos se hizo famoso el grill Azteca del hotel San Jorge situado en el
tercer piso. Las presentaciones de artistas nacionales y extranjeros eran
frecuentes. Se cuenta que entre los más
destacados estuvieron Las Hermanitas Pérez y Carlos Julio Ramírez. A mediados
de los años sesenta incursionaron, sin éxito, en el ambiente de las discotecas,
que comenzaban a hacer su aparición, con “el Hipopótamo Rosa”. Durante los primeros años y en las bonanzas
de las postrimerías de los cincuenta fue tal el auge del hotel, que algunos
huéspedes aceptaban dormir en los pasillos cuando no había cupo en las
habitaciones.
En
1957 cuando se abrió el Hotel Tonchalá la oferta hotelera se diversificó y
aunque no se afectó en el momento la demanda de los servicios del Hotel San
Jorge, con el tiempo y con la apertura de nuevos y más modernos hospedajes,
sumados a la ubicación del hotel y a la falta de innovación sí se presentaron
mermas significativas que redujeron sensiblemente las finanzas de la
organización. A finales de los años noventa quisieron transformar el segundo
piso en un centro comercial, para lo cual remodelaron completamente ese piso
convirtiendo las habitaciones en locales comerciales. La idea tampoco funcionó,
más por las dificultades de acceso que tenían esos locales que por la actividad
que ofrecía. Finalmente y después de reacondicionar el segundo piso a su estado original, se vendió el edificio,
en el 2005 a
unos inversionistas locales, que mantienen hoy en día, el servicio hotelero,
tal como fue la idea inicial de quienes lo construyeron hace ya 55 años.
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