En
la segunda mitad de los años cincuenta del siglo veinte, el cucuteño y los
visitantes, nacionales o extranjeros, tenían varias opciones para recrearse,
bien fuera para comer o para bailar. Recordemos que la ciudad era pequeña, por
lo tanto, las sanas diversiones se encontraban relativamente retiradas del
centro. Era costumbre en el mundo conocido, combinar en una velada la comida con
el baile en un mismo sitio, por esa razón fueron instituyéndose los llamados
grilles restaurantes que eran unos establecimientos que disponían de tarimas
para la presentación de espectáculos artísticos con su respectiva pista de
baile pero su principal ocupación era el restaurante, valga decir que las funciones
artísticas eran el complemento a la comida y por lo general, sólo se realizaban
ocasionalmente los fines de semana o por temporadas.
Voy a mencionar algunos de los más conocidos y
frecuentados en los años mencionados, de los cuales unos aún existen hoy en día
pero con fines y propósitos diferentes; son cuestiones de la evolución.
Empezaré
con la Piscina Moreno ;
ubicada en el mismo sitio en que hoy se encuentra, era una piscina de agua
corriente, valga decir que tomaba sus aguas del río Pamplonita mediante una
represa hecha con piedras y maderos que desviaban el agua hacia la piscina.
Claro que cada vez que el río abundaba la represa era “barrida” y la piscina se
quedaba sin servicio hasta que se restableciera la “toma”. Recordemos que desde
su fundación Cúcuta se alimentaba con el agua del río Pamplonita mediante estas
“tomas” de las cuales quedan algunos vestigios tapados por el modernismo del
asfalto y el concreto pero que pueden verse en la biblioteca pública Julio
Pérez Ferrero que con acierto dejaron a la vista uno de los últimos asomos de
estas obras. Pero sigamos, la piscina Moreno ofrecía espectáculos populares con
cantantes y bailarines de la época que venían a Cúcuta bien en tránsito a
Venezuela o desde allí al interior del país. Era el más popular, conocido y
frecuentado de los grilles pues tenía un agregado que los demás no tenían, la
piscina, que era un lujo así fuera de agua del río.
Pasando
el puente Elías M. Soto, ubicado en el Servicio Panamericano se
instaló el Restaurante Boite El Patio. El término “boite” utilizado en este
caso, significa que el negocio estaba más enfocado a la venta y consumo de
bebidas alcohólicas con sus consiguientes espectáculos que a la comida. Sin
embargo, anunciaban su servicio dándoles igual importancia; el chef José M.
Guzmán y tenían un barman internacional, el conocido Luis Montero.
También
estaba el Bar Restaurante San Juan que anunciaban como el “sitio ideal para su
recreación espiritual”.
En
todos, claro está se reservaban el derecho de admisión y eran de “ambiente
familiar”.
No
puedo terminar mi narración de la oferta gastronómica de las postrimerías de
los años cincuenta sin referirme a uno muy especial, que aunque su duración fue
efímera constituyó un referente recordado por la generación que tuvimos
oportunidad de conocerlo y disfrutar de su servicio, se trata del Restaurante
El Vagón. Liquidada la sociedad del Ferrocarril de Cúcuta comenzó el remate de
sus activos y uno de los vagones fue comprado e instalado a un costado del
colegio La Salle
en la esquina de lo que hoy es la diagonal Santander con la avenida Cero que no
existía cuando se instaló allí. El vagón se acondicionó semejante a los
“vagones-restaurantes” de los trenes actuales y se ofrecían platos típicos
regionales. El restaurante tomó auge cuando se inauguró la diagonal Santander
el 23 de febrero de 1957 pero fue decayendo posteriormente debido a las
dificultades que le generaba el acceso a los servicios públicos de ese
entonces.
Otra
cuota a la diversión aportaban los hoteles. Antes de 1957, año en que se
inauguró el Hotel Tonchalá, había unos pocos hoteles, casi todos existentes
todavía, algunos con otro nombre pero vigentes como hoteles aunque no de la
categoría de esa época.
Desde
comienzos de la década de los cuarenta el más representativo fue el hotel
Internacional. Allí se hospedaban los grandes personajes de la política, la
economía, la farándula; los artista, toreros, futbolistas y en fin lo más
representativo de los visitantes. Ubicado donde se encuentra hoy, en la esquina
de la calle 14 con avenida cuarta fue durante mucho tiempo el epicentro
alrededor del cual giró la actividad turística de la ciudad. También ofrecía
los servicios de bar y restaurante para sus huéspedes pero no tenía el
acostumbrado grill, de moda en todos los hoteles importantes del país y del
mundo. Con esta debilidad era de esperarse que la competencia brindara
atenciones diferentes y esto no tardó en llegar pues años más tarde, iniciando
los años cincuenta fue construido un moderno hotel con todos servicios y las
dependencias dignas de los más exigentes visitantes y del cual hablaremos en una próxima crónica; el Hotel San Jorge.
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