1. Soy un ávido lector del magnífico documento publicado por el diario
La Opinión, “Huellas, Hechos y Anécdotas Nortesantandereanas”. En días pasados
leí el fascículo 21 “La actividad Bancaria en Cúcuta” en el cual se presenta un
detallado relato de esta actividad en la ciudad, durante los últimos años,
digamos que desde que se inició la banca moderna en el país, fecha que podemos
ubicar, con toda seguridad en el 1923
con la contratación del profesor Walter Kemmerer, quien lideró la conocida
Misión que lleva su nombre y que produjo la modernización de la Banca en Colombia.
La narración muestra el desarrollo sucinto que tuvieron las oficinas bancarias
en la ciudad, sin muchos detalles pero ajustado a las circunstancias que
rodearon los acontecimientos, sin embargo, un olvido imperdonable es omitir a
la única entidad bancaria con sede en Cúcuta y que propició el progreso
regional durante años y que por razones que más adelante explicaremos, tuvo que
trasladarse a la capital para poder subsistir en el complejo mundo de las
finanzas de hoy. Se trata de la Corporación Financiera del Oriente S.A.
La Corporación
en mención, es lo que se llama un banco de segundo piso, pues las corporaciones
financieras podían, para la época en que funcionaba en los altos del edificio
del Banco del Comercio, en la calle once entre avenidas cuarta y quinta,
realizar las mismas operaciones que los bancos comerciales, salvo mantener
cuentas corrientes y de ahorros y expedir tarjetas de crédito, de resto podía
efectuar las mismas de los bancos comerciales.
Pero veamos
cómo nacieron estas entidades bancarias en Colombia y por qué se abrió en
ciudad la Corfioriente como era llamada telegráficamente.
Aparecieron
por primera vez en Colombia en 1959 como un esfuerzo combinado entre la ANDI
(Asociación Nacional de Comerciantes y
la Asobancaria (Asociación Bancaria de Colombia) para que se reglamentara el
ejercicio de establecimientos crediticios que pudieran canalizar recursos
internos y externos para la financiación de las necesidades de capital de largo
plazo de las empresas del sector industrial y que además contribuyeran a la
promoción, creación, transformación y organización de empresas, preferiblemente
del sector productivo, especialmente en los subsectores manufacturero,
agropecuario y minero, posteriormente ampliado a las empresas relacionadas con
los sectores de la construcción, transporte, turismo y comercializadoras de
productos agropecuarios.
Con este
esquema, puede decirse que las Corporaciones Financieras se confunden con los
“bancos de inversión” al llenar el vacío dejado por los bancos comerciales cuya
financiación, en principio se reduce al corto plazo. Hoy en día, estos
conceptos han evolucionado hacia la “banca universal”, razón por la cual, las
corporaciones financieras han prácticamente desaparecido del panorama
financiero nacional.
Las normas
legales que estatuyeron las corporaciones financieras fueron, el decreto 336
del 5 de diciembre de 1957 que autorizó la creación de las corporaciones
financieras y definió su objeto social; posteriormente, en abril de 1958, el
decreto 605 reglamentó su funcionamiento y fijó una serie de limitaciones a las
facultades para otorgar créditos y finalmente fue el decreto-ley 2369 de 1960
el que definió estatutariamente lo referente a estos establecimientos de
crédito. Un detalle interesante de la reglamentación era que le otorgaba las
funciones de “underwriting”, es decir, de la colocación mediante comisión, por
su cuenta y riesgo, de la totalidad o de una parte de la emisión de
obligaciones emitidas por terceros, servicio que no podían prestar los bancos y
que, sin embargo, nunca utilizaron a excepción de la Financiera del Valle que
realizó algunas, muy pocas operaciones en este sentido.
Ahora bien, la
Corporación Financiera del Oriente S.A. fue una de las instituciones promovida
por la Federación de Cafeteros de Colombia atendiendo a un programa de
expansión de las actividades complementarias que beneficiaran tanto al gremio
como a las regiones cafeteras. Simultáneamente, la misma Federación hizo lo
propio al promover la creación de la Corporación Financiera de Occidente S.A.
con las atribuciones similares a la de Oriente pero en un territorio diferente.
Para el inicio
de la promoción, la Federación se apoyó en el personal del Banco Cafetero, del
cual era su accionista mayoritario, con
su gerente a la cabeza, por entonces el ingeniero Gabriel Pérez Escalante,
quien convenció a los inversionistas locales de realizar los aportes necesarios
para constituir una sociedad financiera con sede en la ciudad de Cúcuta, con
capital regional y la conformación de una Junta Directiva con personalidades de
la ciudad. A comienzos de 1970 se emprendió la tarea y durante el primer
semestre se logró atraer un número significativo de inversionistas que pusieron
el capital necesario para dar inicio a las operaciones de la Corporación y el
día 5 de agosto de 1970, en la notaría segunda del circuito de Cúcuta se firmó,
por parte de los accionistas fundadores,
la escritura 1.622.
Además de la
Federación de Cafeteros y algunas de las empresas de ese conglomerado, como
accionistas mayoritarios, figuran algunos de los más notables empresas de la
ciudad, entre ellos, Centrales Eléctricas del Norte de Santander y la Empresa
Licorera del Norte de Santander, instituciones que aportaron cada una un millón
de pesos, equivalentes a la suscripción de 10.000 acciones respectivamente.
El capital
inicial, autorizado por la entonces Superintendencia Bancaria, fue de cien
millones de pesos repartido en acciones de valor nominal de cien pesos. El
capital suscrito a la fecha del inicio de sus operaciones fue de $10.269.100.
Firmaron la escritura de constitución y fundación 119 personas, 35 jurídicas y
el resto inversionistas privados de la región y unos pocos del interior del
país, convencidos de la bondad y lo atractivo que prometía el proyecto, en el
corto y mediano plazo. Los detalles de los aportes y las operaciones más
significativas serán narradas en las próximas entregas.
2. Fue el diez de julio de 1970 cuando el doctor Jaime Pérez López,
entonces gerente provisional como lo exigían las normas, quien convocó en
asocio con el gobernador Argelino Durán Quintero en su despacho, la asamblea
preliminar que daría aprobación a los Estatutos de la Corporación Financiera
del Oriente S.A.
En esa época,
los bancos comerciales y demás instituciones del sector financiero podían
realizar inversiones en otras entidades del mismo sector, así que estos fueron
los más interesados, prueba de ello, asistieron a representar a sus entidades,
los gerentes de los bancos Cafetero, Ganadero, la Caja Agraria, de la Sabana,
Comercial Antioqueño, de Colombia, Industrial Colombiano, así como de las
principales compañías de Seguros como Suramericana, Bolívar, Colombia,
Colseguros y Agrícola de Seguros. Las empresas más representativas del sector
privado de la ciudad como FONOS, ROSCO, NORGAS, la Caja de Compensación
Familiar de FENALCO, la Embotelladora KIST Ltda.
Quien lideró
desde el comienzo, fue la Federación Nacional de Cafeteros que en esta
oportunidad estuvo representada por el doctor Miguel García-Herreros quien tuvo
el respaldo financiero del departamento a través de las empresas Centrales
Eléctricas del Norte de Santander y la Empresa Licorera las cuales hicieron
aportes similares mediante la suscripción de diez mil acciones que
representaban un millón de pesos.
Igualmente
hubo un número significativo de personas naturales que creyeron en el negocio e
hicieron aportes que representaron algo más del cincuenta por ciento de la
inversión inicial que fue de $10.269.100.
Con estos
recursos, la empresa comenzó a trabajar en la colocación de créditos y a
promover algunas otras empresas que serían, según su Junta Directiva, la
redención de los difíciles momentos que se presentaban esporádicamente en esta
zona de frontera.
Una vez
firmada la escritura 1.622 el 5 de agosto de 1970 y posesionada la nueva Junta
Directiva, se procedió al nombramiento del presidente en propiedad que recayó
en el nombre del ingeniero Gabriel Pérez Escalante, quien había sido hasta hace
pocos días gerente del Banco Cafetero. La Junta estuvo presidida por el doctor
Efraín Vásquez, quien se desempeñada como gerente del Banco Comercial
Antioqueño. Las oficinas se instalaron en el segundo piso del edificio del
Banco del Comercio por entonces dirigido por el doctor Guillermo Eliseo Suárez
quien prestó toda su colaboración para que la Corporación pudiera funcionar
adecuadamente, en la calle 11 No. 4-25.
Recuerdo los
primeros empleados y digo recuerdo, porque tuve el honor de pertenecer a ella,
como funcionario técnico a cargo de la evaluación de los proyectos de crédito
para los pequeños empresarios y dicho sea de paso, cargo que fue mi primer
empleo. Estaban Arnoldo Chirinos Maldonado como director del departamento
técnico económico, César Ramírez como Tesorero y encargado de la cartera y las
cobranzas; había un gringo de apellido Jennings, David si mal no recuerdo era
su nombre de pila, que estuvo un tiempo asesorando al presidente en los aspectos
organizacionales. Era el director administrativo don Fabio Rodríguez Peñaranda
que se había retirado de la subgerencia del Banco del Comercio para colaborar
con el nuevo proyecto. Se había contratado un ingeniero industrial bumangués
como jefe de análisis financiero, Alirio Martínez Cuadros, quien estuvo
manejando la evaluación de los distintos proyectos que se presentaban a
consideración de la Corporación hasta que fue trasladado a operar las primeras
actividades del proyecto insignia que tuvo la entidad y que fue uno de sus
primeros y de pronto, más trascendentales dolores de cabeza, la fábrica de
juguetes Nacoral, de la cual hice una interesante crónica en la que se detallan
los pormenores de ese fracasado intento de industrializar la ciudad y la región.
Acompañaban a
los ejecutivos un interesante grupo de secretarias y asistentes, entre las
cuales estaban, Cecilia Cadavid quien era la secretaria de la presidencia y que
resultó, después de varios años de noviazgo, casada con su compañero de
trabajo, el economista Arnoldo Chirinos. Bertha Colmenares que creo era la más
sufrida, toda vez que debía aguantarse las poco elegantes actividades
emprendidas por el tesorero quien no brillaba propiamente por su diplomacia.
Elena era la secretaria del departamento técnico y los infaltables empleados
insustituibles señora de servicios generales, Elvira Pérez y el mensajero
dicharachero, Enrique Cruz, hoy representante técnico de la multinacional
Siemmens.
No éramos más
ni tampoco fueron necesarios otros empleados durante el tiempo que duró la fase
inicial de posicionamiento en el mercado. En ese tiempo, las corporaciones
financieras tenían cubrimiento nacional, así que la mayor cantidad de negocios
se realizaban en las grandes ciudades del país. En Cúcuta sólo se manejaban
pequeños negocios, que resultaban poco rentables, razón por la cual, una de las
primeras aproximaciones que hizo la Corporación fue buscar una alianza que le
permitiera optimizar sus rendimientos en
los terrenos de la promoción y financiación de la pequeña industria. Vale la
pena mencionar que por entonces, no se hablaba de la microempresa, término que
fue introducido en el argot financiero por alguna entidad promotora en el Perú,
en el decenio de los años ochenta y que por el éxito que manifestó en ese país
se fue replicando en los demás de la América Latina. Desde el año 1973 se
comenzó a entablar conversaciones con la Corporación encargada de la promoción
y el financiamiento de la pequeña empresa que era la Corporación Financiera
Popular, institución perteneciente al grupo del Banco Popular que en ese
momento era un banco oficial y estaba adscrito al Ministerio de Desarrollo
Económico.
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