domingo, 31 de agosto de 2014

LA CORPORACIÓN FINANCIERA DEL ORIENTE S.A.

1. Soy un ávido lector del magnífico documento publicado por el diario La Opinión, “Huellas, Hechos y Anécdotas Nortesantandereanas”. En días pasados leí el fascículo 21 “La actividad Bancaria en Cúcuta” en el cual se presenta un detallado relato de esta actividad en la ciudad, durante los últimos años, digamos que desde que se inició la banca moderna en el país, fecha que podemos ubicar, con toda seguridad  en el 1923 con la contratación del profesor Walter Kemmerer, quien lideró la conocida Misión que lleva su nombre y que produjo la modernización de la Banca en Colombia. La narración muestra el desarrollo sucinto que tuvieron las oficinas bancarias en la ciudad, sin muchos detalles pero ajustado a las circunstancias que rodearon los acontecimientos, sin embargo, un olvido imperdonable es omitir a la única entidad bancaria con sede en Cúcuta y que propició el progreso regional durante años y que por razones que más adelante explicaremos, tuvo que trasladarse a la capital para poder subsistir en el complejo mundo de las finanzas de hoy. Se trata de la Corporación Financiera del Oriente S.A.
La Corporación en mención, es lo que se llama un banco de segundo piso, pues las corporaciones financieras podían, para la época en que funcionaba en los altos del edificio del Banco del Comercio, en la calle once entre avenidas cuarta y quinta, realizar las mismas operaciones que los bancos comerciales, salvo mantener cuentas corrientes y de ahorros y expedir tarjetas de crédito, de resto podía efectuar las mismas de los bancos comerciales.
Pero veamos cómo nacieron estas entidades bancarias en Colombia y por qué se abrió en ciudad la Corfioriente como era llamada telegráficamente.
Aparecieron por primera vez en Colombia en 1959 como un esfuerzo combinado entre la ANDI (Asociación Nacional  de Comerciantes y la Asobancaria (Asociación Bancaria de Colombia) para que se reglamentara el ejercicio de establecimientos crediticios que pudieran canalizar recursos internos y externos para la financiación de las necesidades de capital de largo plazo de las empresas del sector industrial y que además contribuyeran a la promoción, creación, transformación y organización de empresas, preferiblemente del sector productivo, especialmente en los subsectores manufacturero, agropecuario y minero, posteriormente ampliado a las empresas relacionadas con los sectores de la construcción, transporte, turismo y comercializadoras de productos agropecuarios.
Con este esquema, puede decirse que las Corporaciones Financieras se confunden con los “bancos de inversión” al llenar el vacío dejado por los bancos comerciales cuya financiación, en principio se reduce al corto plazo. Hoy en día, estos conceptos han evolucionado hacia la “banca universal”, razón por la cual, las corporaciones financieras han prácticamente desaparecido del panorama financiero nacional.
Las normas legales que estatuyeron las corporaciones financieras fueron, el decreto 336 del 5 de diciembre de 1957 que autorizó la creación de las corporaciones financieras y definió su objeto social; posteriormente, en abril de 1958, el decreto 605 reglamentó su funcionamiento y fijó una serie de limitaciones a las facultades para otorgar créditos y finalmente fue el decreto-ley 2369 de 1960 el que definió estatutariamente lo referente a estos establecimientos de crédito. Un detalle interesante de la reglamentación era que le otorgaba las funciones de “underwriting”, es decir, de la colocación mediante comisión, por su cuenta y riesgo, de la totalidad o de una parte de la emisión de obligaciones emitidas por terceros, servicio que no podían prestar los bancos y que, sin embargo, nunca utilizaron a excepción de la Financiera del Valle que realizó algunas, muy pocas operaciones en este sentido.
Ahora bien, la Corporación Financiera del Oriente S.A. fue una de las instituciones promovida por la Federación de Cafeteros de Colombia atendiendo a un programa de expansión de las actividades complementarias que beneficiaran tanto al gremio como a las regiones cafeteras. Simultáneamente, la misma Federación hizo lo propio al promover la creación de la Corporación Financiera de Occidente S.A. con las atribuciones similares a la de Oriente pero en un territorio diferente.
Para el inicio de la promoción, la Federación se apoyó en el personal del Banco Cafetero, del cual era su accionista mayoritario,  con su gerente a la cabeza, por entonces el ingeniero Gabriel Pérez Escalante, quien convenció a los inversionistas locales de realizar los aportes necesarios para constituir una sociedad financiera con sede en la ciudad de Cúcuta, con capital regional y la conformación de una Junta Directiva con personalidades de la ciudad. A comienzos de 1970 se emprendió la tarea y durante el primer semestre se logró atraer un número significativo de inversionistas que pusieron el capital necesario para dar inicio a las operaciones de la Corporación y el día 5 de agosto de 1970, en la notaría segunda del circuito de Cúcuta se firmó, por parte  de los accionistas fundadores, la escritura 1.622.
Además de la Federación de Cafeteros y algunas de las empresas de ese conglomerado, como accionistas mayoritarios, figuran algunos de los más notables empresas de la ciudad, entre ellos, Centrales Eléctricas del Norte de Santander y la Empresa Licorera del Norte de Santander, instituciones que aportaron cada una un millón de pesos, equivalentes a la suscripción de 10.000 acciones respectivamente.
El capital inicial, autorizado por la entonces Superintendencia Bancaria, fue de cien millones de pesos repartido en acciones de valor nominal de cien pesos. El capital suscrito a la fecha del inicio de sus operaciones fue de $10.269.100. Firmaron la escritura de constitución y fundación 119 personas, 35 jurídicas y el resto inversionistas privados de la región y unos pocos del interior del país, convencidos de la bondad y lo atractivo que prometía el proyecto, en el corto y mediano plazo. Los detalles de los aportes y las operaciones más significativas serán narradas en las próximas entregas.
2. Fue el diez de julio de 1970 cuando el doctor Jaime Pérez López, entonces gerente provisional como lo exigían las normas, quien convocó en asocio con el gobernador Argelino Durán Quintero en su despacho, la asamblea preliminar que daría aprobación a los Estatutos de la Corporación Financiera del Oriente S.A.
En esa época, los bancos comerciales y demás instituciones del sector financiero podían realizar inversiones en otras entidades del mismo sector, así que estos fueron los más interesados, prueba de ello, asistieron a representar a sus entidades, los gerentes de los bancos Cafetero, Ganadero, la Caja Agraria, de la Sabana, Comercial Antioqueño, de Colombia, Industrial Colombiano, así como de las principales compañías de Seguros como Suramericana, Bolívar, Colombia, Colseguros y Agrícola de Seguros. Las empresas más representativas del sector privado de la ciudad como FONOS, ROSCO, NORGAS, la Caja de Compensación Familiar de FENALCO, la Embotelladora KIST Ltda.
Quien lideró desde el comienzo, fue la Federación Nacional de Cafeteros que en esta oportunidad estuvo representada por el doctor Miguel García-Herreros quien tuvo el respaldo financiero del departamento a través de las empresas Centrales Eléctricas del Norte de Santander y la Empresa Licorera las cuales hicieron aportes similares mediante la suscripción de diez mil acciones que representaban un millón de pesos.
Igualmente hubo un número significativo de personas naturales que creyeron en el negocio e hicieron aportes que representaron algo más del cincuenta por ciento de la inversión inicial que fue de $10.269.100.
Con estos recursos, la empresa comenzó a trabajar en la colocación de créditos y a promover algunas otras empresas que serían, según su Junta Directiva, la redención de los difíciles momentos que se presentaban esporádicamente en esta zona de frontera.
Una vez firmada la escritura 1.622 el 5 de agosto de 1970 y posesionada la nueva Junta Directiva, se procedió al nombramiento del presidente en propiedad que recayó en el nombre del ingeniero Gabriel Pérez Escalante, quien había sido hasta hace pocos días gerente del Banco Cafetero. La Junta estuvo presidida por el doctor Efraín Vásquez, quien se desempeñada como gerente del Banco Comercial Antioqueño. Las oficinas se instalaron en el segundo piso del edificio del Banco del Comercio por entonces dirigido por el doctor Guillermo Eliseo Suárez quien prestó toda su colaboración para que la Corporación pudiera funcionar adecuadamente, en la calle 11 No. 4-25.
Recuerdo los primeros empleados y digo recuerdo, porque tuve el honor de pertenecer a ella, como funcionario técnico a cargo de la evaluación de los proyectos de crédito para los pequeños empresarios y dicho sea de paso, cargo que fue mi primer empleo. Estaban Arnoldo Chirinos Maldonado como director del departamento técnico económico, César Ramírez como Tesorero y encargado de la cartera y las cobranzas; había un gringo de apellido Jennings, David si mal no recuerdo era su nombre de pila, que estuvo un tiempo asesorando al presidente en los aspectos organizacionales. Era el director administrativo don Fabio Rodríguez Peñaranda que se había retirado de la subgerencia del Banco del Comercio para colaborar con el nuevo proyecto. Se había contratado un ingeniero industrial bumangués como jefe de análisis financiero, Alirio Martínez Cuadros, quien estuvo manejando la evaluación de los distintos proyectos que se presentaban a consideración de la Corporación hasta que fue trasladado a operar las primeras actividades del proyecto insignia que tuvo la entidad y que fue uno de sus primeros y de pronto, más trascendentales dolores de cabeza, la fábrica de juguetes Nacoral, de la cual hice una interesante crónica en la que se detallan los pormenores de ese fracasado intento de industrializar la ciudad y la región.
Acompañaban a los ejecutivos un interesante grupo de secretarias y asistentes, entre las cuales estaban, Cecilia Cadavid quien era la secretaria de la presidencia y que resultó, después de varios años de noviazgo, casada con su compañero de trabajo, el economista Arnoldo Chirinos. Bertha Colmenares que creo era la más sufrida, toda vez que debía aguantarse las poco elegantes actividades emprendidas por el tesorero quien no brillaba propiamente por su diplomacia. Elena era la secretaria del departamento técnico y los infaltables empleados insustituibles señora de servicios generales, Elvira Pérez y el mensajero dicharachero, Enrique Cruz, hoy representante técnico de la multinacional Siemmens.
No éramos más ni tampoco fueron necesarios otros empleados durante el tiempo que duró la fase inicial de posicionamiento en el mercado. En ese tiempo, las corporaciones financieras tenían cubrimiento nacional, así que la mayor cantidad de negocios se realizaban en las grandes ciudades del país. En Cúcuta sólo se manejaban pequeños negocios, que resultaban poco rentables, razón por la cual, una de las primeras aproximaciones que hizo la Corporación fue buscar una alianza que le permitiera optimizar sus rendimientos  en los terrenos de la promoción y financiación de la pequeña industria. Vale la pena mencionar que por entonces, no se hablaba de la microempresa, término que fue introducido en el argot financiero por alguna entidad promotora en el Perú, en el decenio de los años ochenta y que por el éxito que manifestó en ese país se fue replicando en los demás de la América Latina. Desde el año 1973 se comenzó a entablar conversaciones con la Corporación encargada de la promoción y el financiamiento de la pequeña empresa que era la Corporación Financiera Popular, institución perteneciente al grupo del Banco Popular que en ese momento era un banco oficial y estaba adscrito al Ministerio de Desarrollo Económico.



















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