1. Aunque el país no ha sido
atractivo para las migraciones colectivas como ha sucedido con otras regiones
de América; se han presentado varias en Colombia, desde que los conquistadores
españoles recorrieron la geografía continental. Además de la necesaria
colonización española, recordemos que durante el reinado de Carlos V, en el
siglo XVI, el imperio español abarcaba buena parte de Europa y ya finalizando
esa centuria, su hijo Felipe II supo llevar al apogeo el Siglo de Oro español,
extendiendo la soberanía hispánica desde Portugal hasta la frontera de la Rusia de los Zares; por esta
razón, es conocida la aventura de ciertos conquistadores alemanes que visitaron
estos contornos y que por motivos circunstanciales perecieron en la andanza
como sucedió con Ambrosio Alfinger, conocido de marras por la región nordeste
del país, toda vez que resultó asaeteado por los feroces aborígenes locales,
quienes no aguantaron sus pesados modales y requerimientos en demanda de
condiciones insostenibles de trabajo y recursos. Es de común ocurrencia entre
los campesinos de esta región, los ojos claros y el cabello rubio, que se dice
desciende de estos audaces exploradores.
Volviendo al tema que nos
incumbe, a mediados del siglo XIX se genera, en la Alemania del príncipe
Otto von Bismarck, un gran despliegue económico al producirse la consolidación
del imperio alemán, lo que induce a la nación a buscar las materias primas
necesarias para abastecer su aparato productivo. A mediados de ese período, un
grupo relativamente numeroso de jóvenes decide emigrar y establecerse en
América, no solamente en busca de fortuna, sino de un plan de vida que le
permita escapar de las inclemencias y las incertidumbres que se cernían sobre
la población del viejo mundo, agobiado por las guerras y las rencillas entre
las distintas naciones, producto del régimen feudal reinante durante siglos.
Hacia 1850 ya se tenían avanzadas las relaciones comerciales entre las dos
regiones, pues casas comerciales alemanas se habían instalado en América,
específicamente en Venezuela como cabeza de lanza para vender sus mercancías
manufacturadas y a la vez, intercambiarlas por los bienes primarios que ofrecía
el nuevo mundo. No es necesario adivinar la causa por la cual se escogió la
ciudad de Maracaibo como la sede americana de las casas de comercio alemanas,
pues además de ser el mayor puerto continental después de Cartagena de Indias,
era el camino más corto, tanto para penetrar a tierra firme como para
trasladarse al viejo continente. Así pues, comenzó la inmigración alemana a la Nueva Granada, confirmación
hecha, por demás, en el magnífico texto de Horacio Rodríguez Plata, historiador
santandereano, conocedor del tema y explicado con lujo de detalles en su libro
“La inmigración alemana al Estado Soberano de Santander en el Siglo XIX”. Los
alemanes se irrigaron por la región conocida hoy como el Gran Santander,
primero en Cúcuta y luego a Bucaramanga. Algunas otras poblaciones fueron
atendidas, digamos que con menos entusiasmo, como San Cristóbal, en Venezuela y
la villa de El Socorro en Santander. En Cúcuta, fueron especialmente dinámicos
en las compras de cacao y café, así como en la venta de sus productos para la
industria y el hogar. Alrededor del parque Santander se ubicaron las casas de
comercio, que eran establecimientos de venta, tanto al detal como al mayoreo y
baste decir que cada día crecían económica y socialmente, al punto que de las
cinco casas de dos pisos que había el día del terremoto, tres eran de propiedad
de alemanes y una, la Botica Alemana ,
quedó en pie después de las sacudidas que fueron del orden de los nueve grados,
en la escala de Mercali.
Sin embargo, después de tantos
años transcurridos no quedan vestigios del paso de estos notables comerciantes,
salvo algunas esporádicas menciones que no tienen relación con la actividad que
ejercieron sino con el altruismo que manifestaron, como es el caso del Asilo
Andresen que fue más una decisión de su viuda que de él en particular, sin
quitarle los méritos que lo rodearon.
Siempre creí que la partida de
los germánicos se había producido a comienzos del siglo XX, particularmente por
la declaratoria de guerra en su contra por parte de Colombia, a raíz de la Primera Guerra Mundial, pero
no, el problema se remonta muchos años antes y la historia es mucho más
apasionante que el desarrollo de las atrocidades que se presentaron durante esa
denominada “Gran Guerra”.
Para ambientar el tema,
comencemos por anotar que los migrantes alemanes no tenían características
comunes sino que se habían conformado grupos con intereses similares, los
cuales se fueron identificando y consolidando a medida que lograban sus
propósitos. Por esta razón, las comunidades locales habían identificado las
diferencias entre los grupos que se ubicaban en una ciudad con respecto a las
demás. Se supo, posteriormente claro está, que los más notables y los de mayor
prestancia estaban residenciados en Maracaibo y sólo de manera esporádica
viajaban a las sucursales de las ciudades del interior, como Cúcuta o Bucaramanga
a realizar operaciones o controles para mantener la vigilancia de sus
transacciones. Hay que considerar, que de todas formas, las condiciones de
viaje eran completamente diferentes a las que estaban acostumbrados en Europa y
no era atractivo y además de peligroso, cualquier incursión por fuera de los
límites de las ciudades. En Cúcuta, el grupo de ciudadanos alemanes, en su
mayoría eran de los países conquistados por el imperio, como Dinamarca por
ejemplo, además que eran pocos en número, pues la mayoría estaba más interesada
en regiones de mayores desarrollos y de mayor potencial, por lo cual, gran
parte de estos europeos prefirió establecerse en Bucaramanga. Allí se pudieron
identificar dos grupos de alemanes, uno con una clara tendencia a las actividades
mercantiles, a quienes los locales llamaron “el comercio” y otro, más
académico, con inclinación científica que se dedicó a promover la investigación
y a encontrar alternativas de solución a problemas que para ellos eran
desconocidos y que constituía un estímulo a sus capacidades innovadoras y
creadoras.
Explicadas brevemente las
diferencias, veremos cómo ellas influyeron definitivamente en la partida de
nuestros personajes y en el desvanecimiento de logros tan importantes en la
consolidación de la región.
2. Habíamos reseñado
anteriormente, el beneficio que el comercio de fines del siglo XIX, entre la
nueva Colombia y el viejo mundo, había producido para el desarrollo de la
incipiente comunidad que apenas comenzaba a formarse, a pesar de las luchas
intestinas que, por lo general, se presentan en los países que recién comienzan
a consolidarse democráticamente. También decíamos que Colombia no había sido un
país atractivo para la inmigración ni la había patrocinado, como sí lo hicieron
algunos países de América desde el Canadá hasta la Patagonia. Sin embargo, alcanzaron a
presentarse algunas “oleadas” y entre éstas, la primera, después de la
necesaria hispánica, fue la alemana de mediados del siglo 19, específicamente
en el año 1851. La iniciativa del Canciller alemán von Bismarck, de irrigar por
el nuevo mundo, jóvenes germanos en busca de los recursos primarios para
abastecer su industria, fue recibida con gran entusiasmo por cientos de ellos
quienes, algunos con apoyo financiero y otros sin él, se aventuraron por las
inhóspitas tierras del norte del subcontinente, iniciando su aventura, unos
desde la ciudad de Maracaibo hacia el sur, siguiendo la ruta que en años
anteriores habían realizado sus paisanos Alfinger y Federman y otros, desde
Cartagena y siguiendo las aguas del río Grande de la Magdalena, se adentraron
hasta las inexploradas tierras de lo que hoy es el Magdalena Medio
Santandereano. El hecho es que algunos se establecieron en las tierras
santandereanas y un gran número de ellos en Bucaramanga. Digo, un gran número,
pues cuando llegan a un pueblo pequeño, alrededor de cincuenta extranjeros,
alemanes, jóvenes, bien presentados y solteros, sociológicamente hablando se
presenta una alteración de las costumbres, tanto en los negocios como en la
política y qué decir del entorno social y la vida galante, todo dependiendo del
grado de integración que logren y como tal lo hicieron, a diferencia de otros
lugares donde se instalaron como el caso de la Colonia Tovar en Venezuela
donde por el contrario, se aislaron del medio, manteniendo sus costumbres y se
encerraron de forma que sus hábitos y tradiciones permanecieron impermeables a
las del entorno que la rodeaba.
Es interesante conocer el
desarrollo de comunidad alemana en Bucaramanga, pues la evolución que allí se
presentó, se diferenció de las de otras ciudades y regiones. Pareciera que
hubiera sido al revés y que fueron los hábitos y costumbres locales las que
permearon a los alemanes, pues aprendieron todas las artimañas, picardías,
supercherías y trampas, muy probablemente adquiridos durante la larga ocupación
hispánica y que se fue acentuando una vez se logró consolidar la independencia.
La colonia alemana de Bucaramanga
estaba claramente diferenciada en dos grupos, bastante disímiles, pues mientras
que unos se dedicaron a cultivar las ciencias, las artes y en general, la
cultura y su divulgación, el otro grupo se inclinó por el comercio que había
sido el verdadero objeto de su presencia en esas tierras. De hecho, el pueblo
los conocía e identificaba como “El comercio” al referirse a ese grupo en
particular y lo hacían con desprecio, pues los culpaban del monopolio de la
riqueza junto a sus socios locales.
Claro que esta animosidad se acrecentó con la aparición de las
sociedades de artesanos, que comenzaron a formarse alrededor de la década de
1860 y en las cuales se predicaban las teorías socialistas políticas y
económicas, además combatían las tesis del libre cambio y solicitaban al
gobierno de turno el regreso al proteccionismo y la implantación de políticas
nacionalistas que generaran igualdad social.
Era, en realidad, el producto del surgimiento del movimiento de las
clases trabajadoras motivadas por las nuevas teorías esbozadas por el
Manifiesto que habían escrito Marx y Engels ante el florecimiento de lo que se
llamó la “Revolución Industrial”.
En 1864 se conformó la Sociedad de Artesanos,
así a secas, pero que sus adversarios denominaban “Culebra Pico de Oro”,
peyorativamente, que buscaba el mejoramiento de las condiciones económicas de
sus afiliados pero que adicionalmente perseguía privilegios y ventajas
políticas, pero además y con cierto resentimiento social y un poco de
preservación de las antiguas costumbres, atribuía a los alemanes y a sus
asociados el deterioro de las relaciones, dado el grado de hostilidad y
antagonismo que se generaba entre los dos grupos. Para 1879 la situación se
había tornado insostenible y explosiva, toda vez que el enfrentamiento no era
ya entre las clases educadas y las menos educadas sino entre pobres y ricos o
mejor dicho, entre las clases económicamente fuertes y las económicamente
débiles.
Contradictores de los alemanes
los tildaban, entre otras cosas, de obscenos por cuanto, decían, las paredes
estaban llenas de láminas que presentaban “lúbricas escenas que ni la
imaginación más atrevida alcanza a imaginar, para mantener latente a todas
horas la pasión de la lujuria que los domina”; tales cuadros, se supo más tarde
y que tanto ofendían el pudor, eran reproducciones de desnudos de la pintura
clásica que no podían aceptar gentes acostumbradas a adornar sus casas con
vitelas religiosas o románticos cuadros de escenas de caza. En otros hechos que
consideraban lesivos para las buenas costumbres era la costumbre de ofrecer
licores, una práctica muy europea, cuando se trataba de iniciar una
conversación referente a un negocio pues se consideraba que era una forma de
influir en las gentes, es decir de comprarlos o comprometerlos.
Mencionados estos antecedentes y
conocedores de las intervenciones que los extranjeros hacían en la política
parroquial, quienes no se privaban de ello, haciéndolo abiertamente para
adquirir ventajas e influencias en los círculos de poder, se presenta un hecho
que aunque fortuito y aislado repercutirá algunos días más tarde, en los hechos
que serían conocidos como los “sucesos del 7 y 8 de septiembre”. En agosto de
1879, el coronel Pedro Rodríguez, jefe departamental de la Provincia de Soto tuvo
un altercado con el ciudadano alemán Albert Fritsch por una deuda que el
político no quería reconocer y quería que se le condonara dada su condición de
gobernante. Después de una acalorada discusión se fueron a las manos y aunque
no pasó a mayores, si se produjo un ambiente enrarecido que duró hasta el día
de los sucesos arriba mencionados. Parece que la deuda no se pagó y este hecho
mantuvo la situación tirante hasta el 7 de septiembre, día de elecciones de
Presidente de la Unión
y de Cabildantes. A continuación se narran los detalles del trágico
acontecimiento que generó gran preocupación entre las autoridades nacionales,
por las serias implicaciones que se suscitaron en las relaciones con el Imperio
Alemán.
3. Los seguidores de la Sociedad de Artesanos
conocida como Culebra Pico de Oro culpaban a los alemanes de la relajación de
las costumbres que se habían popularizado entre la juventud, especialmente el
incremento de la embriaguez, particularmente entre aquellos que laboraban en
las casas de comercio de su propiedad; sin embargo, estas actitudes no eran más
que excusas por lo que se consideraban como las inapropiadas prácticas que
causaban desasosiego en una sociedad pacatamente patriarcal y vocacionalmente
católica. Estas situaciones caldearon un ambiente de violencia cuyo detonante
se produjo el día de elecciones del 7 de septiembre de 1879. Ese domingo se
efectuaban los comicios que elegirían al Presidente de la Unión , cuya importancia era
mínima entre los habitantes de la ciudad, pues todo el interés se centraba en
la elección de los Cabildantes, equivalentes a los concejales de hoy y quienes
detentaban el poder local en materia de autoridad y economía. Como era de
esperarse cada uno de los bandos tenían sus candidatos, los democráticos
apoyados por la Sociedad
de Artesanos y los de El Comercio; ambos concurrieron con todos sus efectivos y
la jornada fue extremadamente agitada pero al final ganaron los democráticos. A
pesar de la victoria, éstos alegaron que habían logrado imponerse aún en contra
de “las buenas cantidades de dinero para comprar las conciencias de los
electores y no poco aguardiente para entusiasmar a sus partidarios en la
lucha”, según narraciones de los cronistas de la época. Pasado el debate y
mientras festejaban ruidosamente, se produce un incidente frente a la iglesia
de San Laureano en el cual resulta asesinado el señor Obdulio Estévez, uno de
los candidatos del bando de los democráticos, padre de familia ejemplar,
querido por el pueblo y la sociedad bumanguesa, general de las Guerras Civiles
y afiliado al partido conservador. Aunque no hubo testigos presenciales, varios
fueron considerados sospechosos debido a ciertos antecedentes según los cuales
habrían sido amenazados por Estévez. Para abreviar la historia, al día
siguiente, a las cuatro de la tarde, durante los oficios religiosos se producen
unos hechos de sangre dentro de la misma iglesia, sucesos que desencadenan una
serie de amotinamientos en toda la cuidad. Fue una verdadera lucha sin cuartel
la que emprendieron los dos bandos en la que resultaron muertos y heridos
varios de los más ilustres personajes de la política y la economía. Las calles
aledañas a la iglesia eran un campo de batalla mientras que en el resto de la
ciudad las señoras clamaban por sus esposos y sus hijos, las gentes corrían en
diferentes direcciones sin que se les pudiera detener para que dieran razón de
lo ocurrido. Entre tanto, el Alcalde Pedro Collazos, avisado por sus amigos,
enviaba un grupo de policías a detener el motín, mientras que un grupo de
enfurecidos “democráticos” atacaba la residencia de Albert Fritsch, quien según
nuestro relato anterior, había tenido un altercado con el Jefe Departamental
Pedro Rodríguez por una deuda y quien no se encontraba en la ciudad, pues había
sido invitado de honor, como padrino a la boda de un familiar en la vecina
Tona. El asalto a la casa del alemán pudo ser controlado con la ayuda de unos
amigos quienes lo apoyaron pero no sucedió lo mismo con los asaltos y saqueos
que la turba enfurecida realizó en las casas de algunos otros alemanes y varios
de los socios de El Comercio y las de algunos almacenes entre ellos, los de
Koppel & Schrader, así como el del
respetable señor Lengerke, quien era considerado el fundador de la actividad
comercial alemana en Bucaramanga y que milagrosamente resultó ileso del ataque.
Sin embargo, en desarrollo de estos acontecimientos, dos ciudadanos alemanes
resultaron muertos, Cristian Goelkel y Hermann Hederich, el primero,
comerciante de alta credibilidad, quien fue asesinado defendiendo sus
propiedades y el señor Hederich que en ese momento ocupaba el puesto de
Director del Banco de Santander. Tanto el banco como el consulado alemán, según
las crónicas de la época, no fueron atacados, pero es difícil de creer, por
cuanto el escudo del Imperio resultó abollado, según dicen, por algunos
pedruscos que se desviaron en el fragor de la protesta.
El representante alemán,
embajador del momento, redactó una acalorada protesta al gobierno del Estado
Soberano de Santander, así como al Gobierno de la Unión , por la aleve agresión
que sufrieron los súbditos del Imperio y los símbolos de esa nación. Afortunadamente,
la situación se calmó y la representación del Imperio aceptó las disculpas del
gobierno. Localmente, se tomaron medidas estrictas, primero respecto de las
autoridades locales que fueron incapaces de mantener el orden y quienes fueron
destituidos de sus cargos, el alcalde Collazos y el Jefe Departamental Pedro
Rodríguez, así como, los responsables de las acciones delictivas a quienes
apresaron y posteriormente condenaron.
La breve reseña de los sucesos
del 7 y 8 de septiembre de 1879 nos ilustra sobre el primero de los motivos que
llevaron a la deserción de los alemanes del país. Los hechos narrados, aunque
sucedieron de manera aislada en Bucaramanga repercutieron en todas las ciudades
del país e incluso en Venezuela. Los cronistas hacen el siguiente relato sobre
las consecuencias de lo sucedido: “…la ciudad se vio entregada a un movimiento
fatal de retroceso, los negocios se paralizaron, las empresas de todo género
decayeron considerablemente y las familias que contaban con facilidades pensaron
en domiciliarse en otros lugares y algunas así lo hicieron. El Banco de
Santander acordó llevar a cabo su liquidación y lo propio hicieron algunas casa
de comercio importantes; los alquileres de las habitaciones y tiendas bajaron
hasta más de la mitad del precio que tenían antes, los trabajadores no
encontraban nada en qué ocuparse y todo quedó entregado a la inacción.” Las
nuevas inmigraciones que se estaban planificando quedaron definitivamente
suspendidas y termino citando a Horacio Rodríguez Plata, “Valedera queda pues,
la tesis de que los sucesos de Bucaramanga, más que de orden político lo fueron
de carácter social y económico, de pugna de clases, toda vez que en ellos no se
disputaron intereses de liberales o de conservadores, sino la preeminencia de grupos
económicos, dentro de un ambiente cargado de lucha social.” Con el pasar de los años y el desarrollo de
los eventos que se fueron presentando en el viejo mundo con la ambición
expansionista del Imperio en mención, paulatinamente fue desapareciendo la
presencia germana en nuestro medio.
2 comentarios:
Una glosa (sólo leí una pequeña fracción del texto): Colombia no declaró la guerra a Alemania en la Primera Guerra Mundial (esa sí, la Gran Guerra) sino en la segunda. En 1914 permaneció neutral.
Otto Von Bismarck no era un príncipe.
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