sábado, 17 de mayo de 2014

EL ACCIDENTE DE LA NIÑAS DE BOCHALEMA

EL ACCIDENTE DE LAS NIÑAS DE BOCHALEMA 

Corría el año 68 del siglo pasado y la ciudad se aprestaba a realizar grandes eventos, en buena parte por la bonanza desatada por los resultados de las economías de los dos países consecuencia de los diez primeros años de una promisoria y sólida democracia que comenzaba a dar sus primeros frutos. En Cúcuta se habían programado algunos eventos que prometían colocarla en un sitial de honor en la vida nacional; la primera Feria Internacional de la Frontera FIF, el Congreso 24 de FENALCO, el segundo que se realizaba en la ciudad y la Feria Tropical Agropecuaria, todas a mediados del año, entre junio y agosto.
Por entonces, otra característica se destacaba en la región y era la calidad de la educación y la seriedad del sistema educativo colombiano, muy apetecido por las clases pudientes del hermano país, quienes enviaban a sus hijos a formarse en las instituciones educativas colombianas pero especialmente en los colegios religiosos de ciudades y municipios nortesantandereanos como Pamplona, Bochalema, Gramalote y obviamente Cúcuta. Existían entonces los internados en la mayoría de estos colegios, condición que, dicho sea de paso, constituía una gran comodidad para las familias, pero especialmente para los padres que solían delegar todos los encargos en éstos durante los años difíciles de la niñez y la adolescencia. La rígida disciplina impartida por los religiosos de ambos sexos era garantía de una educación para la vida adulta. La facilidad de trasportes y conexiones con las ciudades venezolanas y el cambio favorable de la moneda eran los mayores incentivos.
En otro sentido, este mismo año habían ocurrido una serie de tragedias que enlutaron a la sociedad local y regional, algunas de la cuales les narraré en próximas crónicas. Desafortunadamente lo agreste de nuestra topografía no nos ha permitido contar con vías terrestres confiables y seguras, pues las escasas que contamos, aún hoy, no reúnen las condiciones que garanticen la confianza de un desplazamiento eficaz y confiable. La carretera a Pamplona ha sido, tradicionalmente, escenario de frecuentes accidentes, pero ese año en particular pareciera que la naturaleza se hubiera ensañado contra quienes por ella transitaban. En abril, un bus de la empresa Transbolívar que realizaba el viaje Cúcuta Bogotá por la vía de la carretera Central del Norte, perdió el control en el tramo denominado Peñas Blancas, cayó al abismo de más de cien metros y en total fueron 28 los muertos y una cifra similar de heridos.
El viernes 21 de junio, un grupo de niñas del internado de las Hermanas de la Presentación de Bochalema, había sido seleccionado como premio a sus buenos resultados académicos para viajar a Cúcuta a disfrutar de la Feria Internacional de la Frontera que por esos días se realizaba y las alumnas venezolanas aprovechaban el traslado para ir a San Antonio a comunicarse con sus familiares, despachar correspondencia y realizar algunas compras. En total eran 34 alumnas, dos hermanas profesoras acompañantes y el chofer del bus de propiedad de la comunidad.
El bus salió del colegio temprano en la mañana; las alegres niñas venían cantando las canciones de moda y algunos cánticos religiosos promovidos por las profesoras. El conductor Juan Bautista Angarita no esperaba encontrarse, en el sitio Carboneras, bajando a la quebrada La Honda a un vehículo detenido justo a la entrada del puente, esperando que el camión del Aserrío La Selva que venía en sentido contrario pasara, pues las medidas estrechas  de la pasarela no permitía el paso de ambos automotores. Es posible que el bus tomara impulso en la bajada a la quebrada y al aplicarle los frenos, parece que estos fallaron y el chofer no pudo controlarlo. En su vertiginosa carrera, el bus golpeó la parte trasera del automóvil y cayó a las aguas de la quebrada, quedando con la trompa sobre la enorme roca que aún hoy puede observarse al pasar por el sitio.
Las niñas que iban en los asientos delanteros quedaron aprisionadas por sus propias compañeras y fallecieron por asfixia más que por el golpe. Algunas versiones dicen que las hermanas impidieron que auxiliaran a las heridas porque se les había levantado las faldas y mostraban más de lo debido, incluso se llegó a decir que Juanito, como le decían cariñosamente al chofer, no estaba en la plenitud de sus condiciones físicas y tenía algunas limitaciones en ese sentido, pero el hecho es que en el accidente murieron 21 niñas y el chofer.
El padre Guillermo Blanco, igualmente oriundo de Bochalema, alcanzó a ver el accidente y colaboró con las víctimas impartiendo sus bendiciones y elevando las plegarias por las almas de las fallecidas. La conmoción fue general en la ciudad, no sólo por el suceso como tal sino por la calidad de las personas que resultaron afectadas.
El gobierno departamental, en cabeza del ingeniero Gustavo Lozano Cárdenas decretó dos días de duelo, el 22 y 23 de junio. En seguida haremos un detallado informe sobre las personas involucradas en el accidente y algunas anécdotas al respecto.
Era precisamente, la época de exámenes de admisión en las universidades colombianas, junio de 1968. Estudiantes de todas las regiones del país se trasladaban a las ciudades donde se realizarían dichas pruebas, toda vez que era un momento en que en el país prevalecían las universidades públicas y estas se hallaban emplazadas en las más importantes capitales. A Bucaramanga y a la Universidad Industrial de Santander se presentaban algunos estudiantes venezolanos, la mayoría, hijos de inmigrantes europeos deseosos de adquirir una sólida formación, especialmente en el campo de la ingeniería. El día 20 había llegado a nuestro hospedaje un joven de quien recuerdo le decían “trucutú” por el extraordinario parecido que tenía con el personaje de las tiras cómicas del mismo nombre y que poca difusión tuvo en el medio colombiano, a presentar durante ese fin de semana las pruebas que lo calificarían para estudiar en la famosa UIS. El 21, promediando las 10 de mañana, el joven “trucutú” recibió la que sería la llamada más aciaga de su vida. Debía partir de inmediato a Cúcuta, pues su hermana menor había sufrido un terrible accidente. El joven que era de apellido Morillo, era el hermano de Migdalia Morillo una de las infortunadas víctimas del accidente de La Honda. Días después y con ocasión de las honras fúnebres realizadas en su ciudad natal, Maracaibo, supimos que se trataba de la sobrina de una actriz y cantante que comenzaba a destacarse en el ámbito farandulero del vecino país, Lila Morillo, quien fuera posteriormente la esposa del “Puma” José Luis Rodríguez.
Ésta, como muchas otras anécdotas podría contarse alrededor de este trágico hecho que enlutó familias enteras de ambos lados de esta frontera común. De las 34 niñas que viajaban en el bus, 21 fallecieron y de ellas, 14 de nacionalidad venezolana. Entre las colombianas merece especial mención Lucía Cárdenas Rincón, una niña de 14 años, hija de Ramón Cárdenas Silva, entonces diputado de la Asamblea del Norte de Santander. El estado de conmoción fue tal, que el mismo gobernador Gustavo Lozano dirigió personalmente las acciones a través del radioteléfono de su vehículo oficial. Entre las niñas heridas figuraba una prima de mis compadres Alberto Luna y Margarita Romero. Todas las niñas heridas se recuperaron de manera satisfactoria y hoy guardan el amargo recuerdo de sus compañeras.
Como un homenaje a su memoria recordaremos sus nombres y algunos de sus datos personales.
Gloria Molina, era una niña de 16 años procedente de Punto Fijo, Venezuela, estaba cursando cuarto año de bachillerato.
Mappy Moros, una de las más pequeñas del grupo era natural de Cúcuta. Como premio a su excelente desempeño había ganado un cupo para visitar a su familia y asistir a los eventos de la Feria Internacional de la Frontera que se realizaba por esos días. Fue compañera de Nancy Ramírez Mora también de 9 años y ambas venían ilusionadas por las actividades que desarrollarían con sus profesoras y familiares ese fin de semana.
Gloria Castaño, de 15 años, cursaba su cuarto año de bachillerato. Pensaba junto con sus compañeras, Soledad Rangel y Migdalia Morillo aprovechar su estancia en la ciudad para ver a sus padres y acompañar a su amiga venezolana a San Antonio a llamar a sus padres quienes esperaban, ese día, su llamada en la ciudad de Maracaibo.
Myriam Omaira Segura, también venezolana, había compartido buena parte de su tiempo y sus estudios en Bochalema con Lucía Cárdenas Rincón de quien se había hecho amiga, pues compartían gustos comunes.
Había una niña ocañera, Ana Raad Gómez hermana de Daniel Raad Secretario de Gobierno y gobernador encargado del departamento  Igualmente, pude constatar que Yolanda Muñoz era una niña caleña que había sido internada por sus familiares y que esperaba llegar a la ciudad para llamarlos y hacer unas compras.
Belén Villamizar Buendía, Elvia Pineda y Raquel Patiño Patiño eran compañeras de curso. Las dos primeras cucuteñas y la última venezolana, cursaban quinto año de bachillerato y habían seleccionadas por sus excelentes calificaciones y su trayectoria académica.
Zolaida Patiño era la única venezolana de San Cristóbal. Sus padres la esperaban en Cúcuta ese día para llevarla a la capital tachirense y regresarla el lunes siguiente.
Alejandrina Contreras, también venezolana quien en compañía de Nancy Angarita tenían pensado gozarse la Feria durante el corto tiempo que tendrían ese viernes, pues estaba programado regresar por la noche del mismo día.
Marcela Contreras, Noelpa Molina y Nilvia Aracely Rosales eran las “grandes” del grupo. Generalmente, se aislaban para disfrutar mejor su compañía, pues las tres eran “paisanas” aunque no fueran de la misma ciudad venezolana pues una era caraqueña, otra de Punto Fijo y la última de Maracaibo.
Margarita Abreu Cardona y Rubiela Cadavid las dos últimas de mi lista, ambas de 16 años, habían sido escogidas, como la mayoría, como premio a su esfuerzo académico.
Por último, debo reseñar el fallecimiento del conductor, que lo fue por muchos años, del bus de la congregación, y en quien las monjas tenían depositada toda su confianza, Juan Bautista Angarita.

Las circunstancias que rodearon el accidente, tal como fueron descritas y las posteriores investigaciones concluyeron que las causas habían sido mecánicas y que todo se debió a la imprudencia de los vehículos involucrados en el accidente. Hoy, se espera que con las medidas de revisión impuestas por las normas de tránsito, accidentes como éste no vuelvan a ocurrir.

No hay comentarios: